La empresa Airbnb fue fundada a fines de 2008 por tres jóvenes emprendedores en San Francisco, California, con una muy buena idea en sus cabezas, pero pocos centavos en sus bolsillos. Hoy, presente en 220 países y territorios con una cartera de más de 7 millones de propiedades, la empresa tiene un valor de mercado de US$ 73,3 mil millones, un 40% más que en 2022. Un caso de éxito para cualquier escuela de negocios.
Pero nada es perfecto. Diferentes estudios demuestran que el sistema Airbnb ha disparado los precios de los alquileres en muchas ciudades, pues no son pocos los propietarios que optan por sacar a sus viviendas de la renta a largo plazo para ponerlas en el mercado turístico, que rinde mejores dividendos.
Ahora, “la bomba Airbnb” estalló en París, donde la alcaldesa Anne Hidalgo propuso regular ese tipo de alquileres después de que barrios enteros se alzaran contra las rentas temporarias. “Cambian el espíritu, desangelizan los edificios, devalúan los apartamentos para la venta y destrozan la convivencia con los vecinos”, dicen quienes protestan.
Buenos números, malas experiencias
Asimismo, más allá de la alta demanda que tienen las residencias temporarias ante el alto costo de la hotelería pospandemia, a muchos parisinos les preocupa la llegada de dos eventos que van a disparar la ocupación: el Mundial de Rugby en septiembre y los Juegos Olímpicos de Verano, a mediados de 2024.
Si bien en la temporada estival los precios de estos alquileres suelen bajar, para los Olímpicos un apartamento de 100 m² puede alcanzar € 8.000 la noche. En Marais, “un barrio de moda con ambiente de pueblo” un loft de modestos 30 m² que ahora se renta por € 250 diarios ya está cotizado en € 10.500 para los Juegos.
Dejando los números de lado, lo cierto es que la alcaldesa parisina Hidalgo quiere convocar a un referéndum para redefinir las pautas de Airbnb. Pues si bien para los propietarios los rindes son tentadores, la contracara también es la propia clientela, integrada a veces por jóvenes que organizan fiestas no autorizadas, con alcohol y prostitutas, que culminan con destrozos en las viviendas y basura en las calles.
Para paliar estos problemas, en otras grandes urbes, como Ámsterdam, Barcelona y Los Ángeles, hay iniciativas en marcha para detener a la aplanadora de las rentas temporales.
Existe inclusive un sitio web global (Inside Airbnb) impulsado, según detallan sus fundamentos, “para apoyar a los residentes y activistas que luchan para proteger a sus comunidades de los efectos negativos de los alquileres a corto plazo”.
Así, mientras Airbnb aspira a recibir este año a unos 300 millones de huéspedes, otros tantos están dispuestos a darle batalla.
Otras columnas que pueden interesarte
Southwest Airlines: ¿milagro en pleno vuelo?
Cruceros, una industria con viento en popa
Caribe: las islas paradisíacas que nadie quiere pisar
Temas relacionados