Recientemente se publicó una columna en el New York Times firmada por el famoso comediante Jerry Seinfeld, en la que le contesta a James Altucher -conocido empresario y escritor- quien afirmó que “Nueva York ha muerto para siempre”. Altucher había posteado días atrás en su LinkedIn básicamente que, culpa de la pandemia y gracias a las nuevas tecnologías, la famosa ciudad que nunca duerme ya no será lo que supo ser y que muchas personas de su entorno prefieren mudarse a sitios más tranquilos del “interior” estadounidense. Para quienes fuimos fanáticos de Seinfeld en nuestra juventud -y aún hoy nos seguimos riendo con esa comedia de situación norteamericana en la que “no pasaba nada” más que la vida misma- las palabras de Jerry, con su humor característico y también algo de enojo comprensible, nos llegaron directo al corazón. Porque así como están los que vaticinan el fin de las ciudades, desde el inicio de la pandemia también surgieron voces pronosticando la muerte de las ferias y exposiciones tal como hoy las conocemos.
¿Pensás que las exposiciones murieron? Te equivocas
Hay dos párrafos en la columna que me gustaron y que podrían trasladarse perfectamente a los eventos. En el primero Seinfeld destaca la razón de ser de las ciudades: estar con otras personas. “¿Alguna vez te preguntaste por qué existe Silicon Valley? Yo siempre me pregunté por qué todas estas personas viven y trabajan ahí. Teniendo toda esa tecnología loca, ¿por qué no se van a donde quieren y se conectan con sus dispositivos? Porque no funciona, por eso”.
En las exposiciones sucede algo parecido: estamos con otros profesionales que hacen algo similar o relacionado con lo que hacemos nosotros. Son colegas, competidores, investigadores, actuales o futuros clientes. Todos coinciden en un mismo lugar, durante un par de días al año. ¿Acaso no sería lo mismo enviarle a todas esas personas nuestro catálogo de productos por e-mail y preguntarles por whatsapp si les interesa comprar algo? Simplemente no, no es lo mismo.
En el cara a cara, en la mirada, en el apretón de manos que cierra una negociación se generan muchas más cosas que son imposibles de reemplazar con un Zoom o un stand virtual. ¿Con esto estoy diciendo que la digitalización no nos sirve ni influye para nada? Por supuesto que no. Las nuevas tecnologías vinieron para quedarse y nos ayudan a llegar a más personas, a más lugares, a darle nuevos y mejores servicios a nuestros expositores y visitantes. Pero de ninguna manera van a terminar con una industria que tiene, como en el caso de Messe Frankfurt, 780 años de historia.
Las exposiciones funcionan de manera similar a las economías de conglomerado como Silicon Valley. Porque como dice el artículo en otro párrafo: “La vitalidad, la actitud y la personalidad no pueden transmitirse de manera remota ni con los mejores cables de fibra óptica”. Esa vitalidad y energía de las que habla Jerry surgen cuando nos juntamos, cuando nos mezclamos en lugares que potencian nuestra creatividad y nos hacen sentir que estamos viviendo algo único e irrepetible junto a un montón de otras personas.
La tecnología nos mantiene conectados
Hoy no podemos hacerlo y es cierto, la tecnología nos está ayudando a seguir de alguna manera conectados y a atravesar este “mientras tanto”. Pero sabemos que las exposiciones volverán a ser ese diamante brillante de las industrias que siempre supieron ser.
Porque como dice Seinfeld, este estúpido virus acabará por rendirse. Pero nosotros no. Vamos a seguir haciendo eventos que nadie quiera perderse por nada y serán mejores y más tecnológicos que nunca.
Por todos los trabajadores de la industria de reuniones, fuertes y resilientes, que amamos y entendemos lo que hacemos y que volveremos a ponernos de pie.
Nos vemos en las expos.
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